Kevin y yo nos ocupábamos de los soldados que venian del frente para disfrutar de unos días de permiso.
Venían tan calientes que apenas podían esperar para llegar a casa y follarse a sus mujeres.
Cuando volvían a la guerra siempre pasaban por la estación donde los esperábamos dispuestos a darles una follada salvaje en la que posiblemente sería la última gran corrida de sus vidas.
Venían tan calientes que apenas podían esperar para llegar a casa y follarse a sus mujeres.
Cuando volvían a la guerra siempre pasaban por la estación donde los esperábamos dispuestos a darles una follada salvaje en la que posiblemente sería la última gran corrida de sus vidas.
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