Reconozco que me desmadre un poco, ya que desde aquel día, buscaba al entrenador por el campus para que me follara a cualquier hora del día. Solía hacerlo en los vestuarios después de que se hubiera ido todo el mundo, pero yo cada vez necesitaba mas y mas sexo, por lo que decidí volver a las piscinas.
En Denver no logré encontrar a aquel tipo de las duchas pero merodeando por allí me fije en dos entrenadores que no me quitaban la vista de encima, cuando vi que uno de los pantalones de uno de ellos empezaba a crecer sospechosamente me acerque para hablar con ellos.
Me dijeron que me llevarían a una piscina privada para darme unas clases de perfeccionamiento y nada mas llegar ya tenia el rabo de uno de ellos metido hasta las pelotas. ¡ Aquellas clases de natación si que eran lo que estaba buscando!
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