Con el tiempo Ramón acabó convirtiéndose en un obseso sexual. Le encantaba el sado y pasaba las horas golpeando con su látigo a alguno de los empleados en la hacienda.
Un esclavo resentido por este trato envenenó el ganado de la plantación y Ramón fue despedido por no haber cumplido con su obligación de vigilar a los esclavos. Así fue como Ramón llego a la hacienda de mi tío donde no estaba dispuesto a que le ocurriera lo mismo.
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